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jueves, 3 de abril de 2014

Momias con colesterol y tatuajes

Momias con colesterol y tatuajes

  • Los ilustres "pacientes" del antiguo Egipto tenían elevados niveles de grasa y problemas óseos, además de varios dibujos pintados sobre su piel.
  • Ocho cadáveres embalsamados del Museo Británico pasan un control médico.

01-04-2014. El Comercio.

Los vestigios de origen egipcio tienen mucho que decir todavía hoy en día a los investigadores. Las últimas en 'hablar' han sido ocho antiguas momias que se exhiben en el Museo Británico, cuyo análisis ha revelado no solo que se tatuaban en sus zonas íntimas, sino que además tenían altos niveles de colesterol. Hace unos días, los servicios de urgencia de varios hospitales londinenses recibieron a estos ocho 'pacientes' a los que era imposible salvarles la vida. Los investigadores eligieron momias de cada una de las épocas y zonas del imperio.

Cada cadáver, con su vendas, fue enviado al respectivo centro sanitario sin el sarcófago. Llegaron de noche, con lo que no llamaron en exceso la atención. Como un enfermo más fueron trasladadas, sin esperar turno, a la sala de tomografía axial computarizada (TAC). Allí médicos y científicos las sometieron a un completo examen sin necesidad de desnudarlas o tocarlas. Aunque los órganos internos, así como su cerebro, les fueron extraídos durante el embalsamamiento, los investigadores consiguieron ver, en tres dimensiones, la figura de lo que en otra época fue un príncipe de Egipto, un noble o un importante miembro de aquella sociedad.

Descubrieron también excesos de colesterol, pese a vivir en un país donde los cultivos eran la base de la alimentación. No en vano, tal vez, estos ricos señores preferían las carnes y las mantecas a los peces del Nilo, los licores y dulces al arroz o las sémolas, unas dietas y excesos que solo ellos podían permitirse con sus ingresos. Este colesterol, como ocurre hoy en día, les causó también considerables problemas cardiovasculares.

Los resultados detectaron fracturas de huesos, artrosis incipientes, muchas caries y malformaciones en los maxilares, lo que debió causar a estos nobles y potentados grandes dolores. Causa de esto último fue una deficiente higiene bucodental, por otra parte, propia de la antigüedad y de la posible falta de calcio en la dieta.

Pese al acartonamiento de la piel, su cambio de color, las vendas pegadas y el paso de los años, el TAC también descubrió curiosos tatuajes en estas momias. Según explicó el investigador Daniel Antoine al diario Daily Telegraph, una de ellas, encontrada en Sudán en 2005 y con una antigüedad de sólo 1.300 años, llevaba escrito en el interior del muslo 'M-I-X-A-H-A', que en griego representa el nombre de arcángel Miguel. Los investigadores no se ponen de acuerdo para justificar el curioso lugar del tatuaje, tan sólo saben que este arcángel era el patrón de los territorios que formaban parte de lo que hoy es Sudán.

Los resultados de esta investigación arqueológico-científica serán mostrados el próximo mes de mayo en el Museo Británico.


Descubren colesterol y tatuajes en momias del antiguo Egipto

  • Varias momias del Museo Británico fueron analizadas en un hospital del la capital británica

01-04-2014. Diario de Navarra.

Las momias del antiguo Egipto tienen mucho que decir todavía a los investigadores. Por ellas no pasan los siglos y cada día descubren en ellas nuevos datos sobre sus costumbres en vida o las causas de su muerte. Las últimas en 'hablar' han sido ocho antiguas momias que estaban en el Museo Británico, cuyo análisis ha revelado que no solo se tatuaban en sus zonas íntimas, sino que además tenían altos niveles de colesterol debido a una alimentación que hoy se calificaría como poco sana. 

Hace unos días, los servicios de urgencia de varios hospitales londinenses se prepararon para recibir a estos ocho pacientes a los que era imposible salvarles la vida. Pese a ello, cada uno llegó rodeado de un séquito en el que no faltaron las oportunas medidas de seguridad. Para esta prueba, los responsables de la investigación eligieron momias de cada una de las épocas y zonas del imperio egipcio. 

Cada cadáver, con su vendas, fue enviado al respectivo centro sanitario sin el sarcófago, pero si embalado en una caja para protegerlo tanto de las inclemencias meteorológicas, el deterioro a causa del traslado y para no dañar la sensibilidad de los pacientes vivos con los que podría haberse cruzado en los pasillos hospitalarios. En todo caso, llegaron a las clínicas de noche, con lo que no llamaron en exceso la atención. 

Como un enfermo más fueron trasladas en camilla hasta los departamentos de diagnóstico por imagen, donde, sin esperar turno, pasaron a la sala de tomografía axial computarizada (TAC). Allí médicos y científicos las sometieron a un completo examen sin necesidad de desnudarlas o practicar ninguna incisión en su acartonada carne. 

Los resultados fueron sorprendentes. Aunque los órganos internos de las momias, así como su cerebro, les fue extraído durante el embalsamamiento, los investigadores consiguieron ver, en tres dimensiones, la figura de lo que en otra época fue in príncipe de Egipto, un noble o un importante miembro de aquella sociedad. La sorpresa fue que más de 2.000 años después de muertas todavía se hallaron restos de sus dolencias en vida. Así, encontraron excesos de colesterol, pese a vivir en un país donde los cultivos eran la base de la alimentación. No en vano, tal vez, estos ricos señores preferían las carnes y las mantecas a los peces del Nilo, los licores y dulces al arroz o las sémolas, unas dietas y excesos que solo ellos podía permitirse con sus ingresos. Este colesterol, como ocurre hoy en día, les causó también considerables problemas cardiovasculares. 

Los resultados también detectaron fracturas de huesos, artrosis incipientes, muchas caries y malformaciones en los maxilares, lo que debió causar a estos nobles y potentados grandes dolores. Causa de esto último fue una deficiente higiene bucodental, por otra parte, propia de la antigüedad y de la posible falta de calcio en la dieta. 

Pese al acartonamiento de la piel, su cambio de color, las vendas pegadas y el paso de los años, el TAC también descubrió curiosos tatuajes en estas momias. Según explicó el investigador Daniel Antoine al diario Daily Telegraph, una de ellas, encontrada en Sudán en 2005 y con una antigüedad de sólo 1.300 años, llevaba escrito en el interior del muslo 'M-I-X-A-H-A', que en griego representa el nombre de arcángel Miguel. Los investigadores no se ponen de acuerdo para justificar el curioso lugar del tatuaje, tan sólo saben que este arcángel era el patrón de los territorios que formaban parte de lo que hoy es Sudán.


Los resultado de esta investigación arqueológico-científica serán mostrados el próximo mes de mayo en el Museo Británico.

miércoles, 26 de junio de 2013

El átomo cuántico cumple 100 años

El átomo cuántico cumple 100 años

  • La revolución de la física de hace un siglo se ha convertido en recurso para las nuevas tecnologías.
  • Niels Bohr escribió sus tres artículos transgresores en 1913.

25-06-2013. El País.

“El conocimiento verdadero y profundo es el de los átomos y el vacío, pues son ellos los que generan las apariencias, lo que percibimos, lo superficial”, decía Demócrito hace 2.400 años. Sin embargo, el átomo se empezó a entender solo hace 100 años, cuando fue protagonista de una de las mayores revoluciones científicas: la física cuántica. Toda la materia que nos envuelve está hecha de átomos; nuestro cuerpo contiene tantos átomos como estrellas se cree que hay en el universo. Hace un siglo, los físicos se enfrentaron al reto de descifrar la pieza fundamental que constituye la materia del universo.

A finales del siglo XIX, los átomos empezaron a dar algunas pistas sobre su naturaleza. Se observó que cuando un átomo acumula un exceso de energía emite luz de solo ciertos colores (frecuencias). En analogía con la música, el átomo sería como un piano que solo puede emitir los sonidos permitidos por sus teclas, pero no sonidos de una frecuencia intermedia, como lo puede hacer un violín. En 1897, J. J. Thomson demostró experimentalmente que el átomo no era indivisible, como dice su etimología, sino que contenía partículas ligerísimas de carga negativa, los electrones. Thomson modeló el átomo como una masa de carga positiva que tiene incrustados los electrones, como si de un bizcocho de pasas se tratara. Junto a su equipo calculó si la vibración de las pasas podía explicar la luz emitida por los átomos. No tuvo éxito, muy a su pesar.

Poco después, en 1911, Ernest Rutherford demostró que la masa de carga positiva del átomo está concentrada en su centro, descubriendo así su núcleo. Él modeló el átomo a imagen de un sistema planetario en el que los electrones son los planetas, y el núcleo el Sol. Pero ese modelo estaba en conflicto con un fenómeno básico en física: cuando la trayectoria de una partícula cargada, como el electrón, se curva, esta pierde energía mediante la emisión de radiación. Es como si la partícula derrapara al girar y perdiera velocidad. Un cálculo sencillo demuestra que los electrones pierden toda su energía, y en consecuencia el átomo debería colapsarse, en 0,00000001 segundos. Realmente no es así; de hecho los átomos que conforman nuestro cuerpo son los mismos que se crearon en el interior de estrellas hace miles de millones de años.

En 1900, el físico alemán Max Planck se enfrentaba a un fenómeno que estaba en total desacuerdo con la física clásica: el perfil de la gráfica de la radiación emitida por objetos a cierta temperatura. Planck propuso una solución desesperada, pero increíblemente acertada: la radiación no se emitía de forma continua, sino a través de pequeños paquetes de energía, los famosos cuantos de Planck. Y en 1905, Albert Einstein utilizó este hallazgo para explicar el efecto fotoeléctrico; fue su annus mirabilis en que conmocionó al mundo de la física con su teoría de la relatividad especial.

Eran tiempos en que el mar de la ciencia estaba muy revuelto; parecía que los pilares fundamentales de la física se derrumbaban. Frente a estas situaciones hay dos tipos de físicos, los conservadores, que se sienten angustiados, y los transgresores que se miden contra las olas y quieren que el mar no se calme. El físico danés Niels Bohr era de los valientes. En 1911 y con solo 26 años, Bohr fue a Inglaterra a trabajar, primero con el grupo de Thomson y después con Rutherford, que acababa de descubrir el núcleo del átomo. Bohr se preguntó: ¿cómo podemos explicar con la física clásica que un átomo emita luz en pequeños paquetes de energía?

En 1913, Bohr respondió a esta pregunta en tres artículos que describían su modelo del átomo, del que este año se celebra su centenario. El primero de ellos contenía la idea más transgresora: la energía de los electrones que orbitan alrededor del núcleo también viene dada en paquetes, es decir, está cuantizada. Con este supuesto y, dado que la energía del electrón depende de la distancia a la que orbita del núcleo, concluyó que el electrón solo puede orbitar a determinadas distancias, o niveles, del núcleo. Cuando un átomo gana energía, el electrón se desplaza hacia las órbitas más alejadas, y al perderla, salta de órbita en órbita, como si bajara los peldaños de una escalera. Estos saltos, que pueden ser de uno o varios escalones, emiten luz, fotones, cuya frecuencia es proporcional a la diferencia de energía que existe entre los dos niveles orbitales.

De esta manera, tan sencilla, Bohr consiguió explicar muchos de los experimentos sobre la emisión de luz de los átomos. No le importaba que los electrones derraparan al girar y perdieran energía, simplemente postuló que eso no sucedía en estas órbitas, ya que estas eran estables por alguna razón desconocida. El modelo, pese a sus limitaciones, explicaba muchos resultados de las líneas espectrales de los gases y del orden de los elementos en la tabla periódica. Hoy sabemos que el átomo de Bohr es demasiado simple, pero introduce rasgos importantes de la física atómica. Aunque al visualizar el mundo cuántico hay que ser siempre precavido, en el caso del átomo es más correcto imaginar los electrones, no como partículas, sino como nubes difusas alrededor del núcleo, cuya densidad en cada punto representa la probabilidad de encontrar el electrón en ese sitio.

Bohr fue un científico emblemático que aglutinó en su instituto a los mejores físicos cuánticos. Famosas fueron sus discusiones con Einstein sobre la interpretación de la física cuántica. En desacuerdo con él, Bohr creía que la naturaleza, en su expresión más íntima, está indeterminada, o sea, que sí juega a los dados. Y acertó.


Hoy, en numerosos laboratorios de todo el mundo, miles de físicos y físicas investigan y experimentan acerca de esos fenómenos cuánticos. Los átomos que Bohr imaginó hace 100 años se manipulan como si fueran marionetas: se atrapan individualmente con pinzas ópticas, se enfrían hasta casi el cero absoluto y se manejan sus estados internos con enorme precisión. Hace un siglo, la física cuántica estableció un nuevo paradigma y el conocimiento del átomo supuso un cambio revolucionario en la historia científica y tecnológica del mundo. Ahora, la física cuántica es un recurso sin precedentes para avanzar aún más en la nueva tecnología: desde construir relojes atómicos ultraprecisos o encriptar información muy sensible de manera absolutamente segura, hasta el desarrollo lejano, pero alcanzable, del ordenador cuántico capaz de cálculos hoy día difíciles de imaginar.